En los últimos años, Colombia ha visto emerger con fuerza el fenómeno del tusi—también conocido popularmente como “cocaína rosa”—una mezcla de drogas sintéticas que está poniendo en jaque las estrategias tradicionales de combate al narcotráfico.
¿Qué es realmente el tusi?
Aunque su color rosa y su nombre puedan sugerir una versión glamorosa de la cocaína, el tusi no tiene casi nunca esa sustancia en su composición. Por el contrario, se trata de una mezcla sin fórmula fija que combina ketamina, MDMA, metanfetaminas, cafeína, opioides, y otras sustancias psicoactivas. Esta variabilidad no solo implica riesgos sobre la salud de los consumidores, sino también sobre su percepción equivocada de que es una sustancia «menos peligrosa».
Su ascenso en Colombia
Originado posiblemente alrededor de 2018 en Colombia, el tusi se fue popularizando en ambientes festivos y de élite, en parte gracias a estrategias de marketing que apelan a su apariencia llamativa. Sin embargo, su consumo ha trascendido esos escenarios; los reportes de intoxicaciones y admisiones hospitalarias han aumentado en los últimos años.
Un nuevo desafío para las autoridades
Las estrategias antidrogas en Colombia han estado centradas en la lucha contra el cultivo de coca, los laboratorios de cocaína y las rutas de narcotráfico tradicionales. No obstante, la expansión del tusi evidencia que los grupos criminales se adaptan ágilmente, optando por fabricar y traficar mezclas sintéticas de bajo costo y alto atractivo visual.
Esto complica aún más el control de sustancias ilícitas, ya que el tusi puede producirse en pequeñas cantidades, en laboratorios improvisados, y distribuirse con facilidad, dificultando su detección y trazabilidad.
Un contexto más amplio de crisis de drogas
El auge del tusi ocurre mientras los cultivos de coca en Colombia alcanzan cifras récord: 253.000 hectáreas en 2023, el 67 % del total mundial, y una producción de cocaína que creció entre 50 %–53 %, lo cual reafirma el papel central del país en el negocio global de esta sustancia. Al mismo tiempo, las incautaciones, aunque históricas —como las 300 toneladas de cocaína decomisadas en lo que va de 2025—, no parecen reducir significativamente la oferta ilícita.



