La disputa se encendió cuando el concejal Luis Humberto Perdomo, del Pacto Histórico, instaló banderas del orgullo LGBTI en los escritorios de todos los miembros del Concejo, como un acto simbólico de apoyo a la diversidad. Lo que pretendía ser un gesto de inclusión rápidamente se convirtió en un detonante de conflicto. El concejal Abel Mendoza, perteneciente al movimiento ASI, reaccionó con furia y reprochó la imposición de un símbolo que, a su juicio, no representa a toda la corporación ni a su visión política.
Mendoza, visiblemente molesto, increpó a Perdomo con vehemencia durante una sesión pública: “¿Acaso si yo coloco una bandera de las fuerzas militares, usted la dejaría?”, cuestionó, alzando la voz frente a sus colegas. El reclamo dejó perplejos a varios concejales, quienes atestiguaron cómo el debate por una insignia se transformó en una pugna ideológica sobre la representación política, la libertad de expresión y los límites del respeto mutuo dentro del cuerpo colegiado.
El debate de fondo
Aunque algunos miembros del Concejo optaron por mantenerse al margen, otros expresaron preocupación por el clima de confrontación que se vive en el recinto. La acción de Perdomo fue interpretada por sectores conservadores como un acto provocador, mientras que para otros representó una legítima muestra de respaldo a una comunidad históricamente marginada.
Luis Humberto Perdomo no se retractó. Por el contrario, defendió su gesto como una señal de compromiso con la igualdad de derechos: “Las instituciones deben ser espacios donde todas las banderas que promuevan la dignidad humana tengan cabida”, dijo. El concejal del Pacto Histórico también dejó entrever su malestar frente a lo que calificó como “reacciones cargadas de intolerancia”.
Repercusiones
Esta confrontación no es un hecho aislado. La relación entre Mendoza y Perdomo ya venía deteriorada tras el candente debate sobre la ESE Carmen Emilia Ospina, donde también cruzaron acusaciones. Sin embargo, este nuevo episodio revela que las diferencias trascienden lo administrativo y se adentran en una batalla cultural y política por el rumbo que debe tomar el Concejo.
Con miras a las elecciones locales de 2026, la disputa podría tener repercusiones en los respaldos políticos de ambos concejales. Mientras Perdomo refuerza su identidad progresista, Mendoza se consolida como vocero de sectores tradicionales que reclaman “neutralidad” en el uso de los símbolos institucionales.
El Concejo de Neiva se convierte así en el escenario de una batalla simbólica que marca el pulso del debate político contemporáneo: inclusión versus tradición. Lo que está en juego no es solo una bandera, sino las distintas formas de concebir lo público.




