El Chelsea enfrenta una presión adicional en su desempeño actual al cargar con el estatus de último campeón del Mundial de Clubes, título que añade expectativas y responsabilidades al equipo londinense en medio de sus irregularidades
Los Blues no solo deben lidiar con las exigencias propias de competir en la Champions League y la Premier League, sino que además llevan sobre sus hombros el peso histórico de ser los últimos monarcas del Mundial de Clubes en su formato tradicional. Este reconocimiento internacional genera una presión extra sobre el plantel dirigido por Enzo Maresca, quien debe gestionar las expectativas de un equipo que ostenta un título de campeón mundial y que se espera compita al más alto nivel en todas las competiciones que dispute.
La condición de último campeón mundial de clubes implica que cada actuación del Chelsea es observada con mayor escrutinio por la prensa y los aficionados, quienes esperan ver a un equipo que refleje la jerarquía de semejante logro. Los recientes tropiezos, como el empate ante el Qarabag y las dificultades en la liga doméstica, contrastan con el estatus de campeones mundiales que los Blues aún mantienen, generando un debate sobre si el equipo actual está a la altura del prestigio que representa ese título continental que conquistaron y que seguirá siendo parte de su identidad hasta que se corone un nuevo campeón en el renovado formato del torneo.
