Nos observan, tocan el agua salada y chillan.
Son macacos rhesus, una de las especies de monos más conocidas, originaria de Asia.
Pero nuestro encuentro ocurre a miles de kilómetros de distancia de su hábitat natural,en Cayo Santiago, una pequeña isla ubicada a 1,6 km de Humacao, en el este de Puerto Rico.
Fundada hace más de 80 años, es una de las colonias de macacos para investigación más antiguas y puras del mundo.
En las 15 hectáreas que componen el cayo, los primates caminan, juegan, pelean y se reproducen, mientras científicos de importantes instituciones como Harvard, Columbia y el Imperial College de Londres los estudian.
Las investigaciones en Cayo Santiago se centran sobre todo en el comportamiento. Funciona como un enorme laboratorio de psicología animal.
Allí se han realizado estudios de temas tan variados como las relaciones humanas, la resiliencia al cambio climático, el autismo o la homosexualidad.
Por ser los simios nuestros parientes evolutivos más cercanos, compartimos con ellos características muy parecidas. Estudiarlos, según los expertos, puede arrojar luz sobre el porqué de muchas de nuestras acciones.
Corrales para los humanos
Por protección, las leyes locales prohiben entrar a los terrenos sin la compañía del personal a cargo.
Por eso viajamos acompañados de un grupo de investigadores y cuidadores del Centro de Investigación de Primates del Caribe (CPRC, por sus siglas en inglés), entidad financiada por subvenciones de instituciones como la Fundación Nacional de las Ciencias de EE.UU. y la Universidad de Puerto Rico.
Al llegar nos desinfectamos los zapatos con un líquido rosado y nos dirigimos a una de las pocas estructuras cerradas del lugar.
Es un comedor construido en aluminio donde el equipo de trabajo deja sus pertenencias y se prepara para comenzar el día. No pueden bajar la guardia ante los simios, que portan un virus que si bien a ellos no les hace daño, para los humanos puede ser mortal.
“En Cayo Santiago, los corrales son para los humanos, no para los monos”, nos dice la bioantropóloga Angelina Ruiz Lambides, coordinadora de investigación del CPRC.




