El cierre parcial del Gobierno de Estados Unidos ha provocado un colapso sin precedentes en el sistema aéreo del país, con más de 800 vuelos cancelados y 40 aeropuertos gravemente afectados. La situación se debe a la falta de personal operativo en áreas clave de control aéreo, mantenimiento y seguridad, luego de que miles de empleados federales fueran enviados a casa sin salario debido a la parálisis presupuestal. La medida, resultado de desacuerdos políticos en el Congreso sobre la aprobación de fondos federales, ha afectado principalmente a los aeropuertos de Nueva York, Chicago, Atlanta y Dallas.
Las aerolíneas han reportado retrasos masivos, largas filas y caos logístico en terminales donde la presencia de controladores y agentes de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA) es mínima. Pasajeros de todo el país han expresado su frustración ante cancelaciones de última hora y reprogramaciones que se extienden por días. Expertos advierten que, si el cierre se prolonga, el impacto podría ser devastador no solo para la industria aérea, sino también para sectores dependientes del turismo y el comercio interestatal.
Desde la Casa Blanca, el presidente hizo un llamado al Congreso para aprobar el presupuesto y restablecer la normalidad administrativa, mientras las aerolíneas buscan mecanismos de contingencia para reducir pérdidas. Analistas internacionales señalan que esta crisis evidencia la fragilidad de la infraestructura pública ante los bloqueos políticos, y advierten que la falta de consenso podría seguir afectando la vida cotidiana de millones de ciudadanos, marcando uno de los cierres gubernamentales más costosos en la historia reciente de Estados Unidos.


