
- Adriana Barberena tiene una historia de superación que no solo cuenta, también comparte con otras mujeres a través del diálogo y la enseñanza del arte del macramé.
- Samaritanos de la Calle, donde Adriana encontró una nueva oportunidad de vida, es el operador oficial del programa Habitante de Calle de la Secretaría de Bienestar Social Distrital.
La vida de consumo de sustancias alucinógenas comenzó para Adriana Barberena a los 14 años de edad, al igual que su estancia en calle. Su familia, angustiada con la situación y convencida de que un cambio total sería positivo, decidió enviarla a España a culminar sus estudios. Ella, inmadura y presa de un vicio, continuó su camino dedicada al alcohol y las drogas. Sumida en ese vivir pero con la intención de encauzar, decidió casarse en el país ibérico y tener una hija, buscando que este nuevo rumbo fuera aliciente para renovarse.
Sin embargo, los resultados no fueron los esperados. Angustiada por la bebé que venía en camino, escribió a su padre para que le permitiera regresar a casa y él la trajo de vuelta. Al llegar y sin alejarse aun de las drogas, tomó la decisión de dejar a su hija al cuidado de su madre, la abuela, para que ella se encargara de garantizarle una vida mejor.
Una verdadera metamorfosis
Adriana conoció Samaritanos de la Calle hace más de 15 años, pero solo hace unos ocho calendarios decidió acercarse, poco a poco, a los beneficios del programa. En sus peores épocas de consumo llegó a pesar 38 kilos y, en medio de las alucinaciones, veía animales en su cuerpo que intentaba quitar hiriéndose con una cuchilla.
Su ancla a la familia era una de sus hermanas, a quien llamaba cuando el consumo le permitía recordar su número telefónico. Ella, buscando acercarla de nuevo a casa, iba hasta donde fuera para llevarle comida casera, pensando que ‘el sabor de hogar’ haría el milagro.
Su mamá, quien tenía una casa en el corregimiento de La Paz, acostumbraba dejar una ventana abierta, con la ilusión de que el día que quisiera volver supiera que siempre sería bien recibida. Hasta que por fin llegó el día. La casa estaba sola, pero una vecina, quien conocía algo de la situación familiar, apenas vio que Adriana entró, llamó a la mamá. Ese día comenzó el verdadero cambio de su vida.
Ya en el seno del hogar, Adriana siguió recibiendo atención psicosocial en Samaritanos. Estaba decidida a salir adelante y allí era donde habían sembrado la semilla. “Pero como yo necesitaba hacer un internamiento, porque mi consumo era muy alto, decidí irme para esa casa, pero no abandoné Samaritanos. Seguí con mis procesos terapéuticos: el sicólogo, el trabajador social, médicos, los talleres de formación para el trabajo y hoy estoy trabajando con ellos”, cuenta.
La atención básica se presta en el barrio Sucre
En pleno centro de Cali, barrio Sucre, las personas ingresan sin consumir alucinógenos y sin producto para hacerlo. El principal interés es lograr un baño, una muda de ropa limpia para reemplazo (en caso de no tenerla) y lavar la que traen puesta; todo esto acompañado de un plato de comida caliente. Quienes llegan a la básica, saben que su ingreso y lo que reciben no está condicionado a quedarse en el lugar. De hecho, este espacio no es habitable y sólo funciona durante el día, cubriendo las necesidades específicas.
Durante 2024, la Alcaldía de Cali, en cabeza de Alejandro Eder, invirtió una cifra histórica superior a los 13 mil millones de pesos, con el fin de garantizar los derechos y el acceso a servicios de asistencia social de la población habitante de calle, que lidera la Secretaría de Bienestar Social Distrital.
Entre agosto de 2024 y febrero de 2025, 120 personas, como el caso de Adriana, lograron reconstruir su vida y dejaron la condición de habitantes de calle, gracias al apoyo psicosocial.
En la actualidad, Adriana es independiente, vive en el campo con su perrita, en un espacio que paga con su salario, pues trabaja como promotora social. Aunque cree que “el proceso no termina nunca”, lo más importante para ella es “haber recobrado la dignidad”. Y la mejor forma de hacerlo es a través de los talleres de macramé ‘Tejedoras de vida’, los cuales dicta una vez a la semana a mujeres que se encuentran haciendo el mismo proceso que ella vivió: dejar las drogas y dignificar sus vidas de la mano de Samaritanos de la Calle.




