El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, sorprendió al mundo con una confesión sin precedentes durante su discurso por el primer año de su segundo mandato consecutivo, declarando que «le tiene sin cuidado que le llamen dictador» y que prefiere esa etiqueta «a ver cómo matan a los salvadoreños».
«En lo personal me ha dicho dictador en todos los medios que han querido y podido. Desde los panfletos salvadoreños, hasta los panfletos internacionales, los más prestigiosos», declaró Bukele durante una sesión solemne de la Asamblea Legislativa desarrollada en el Teatro Nacional de San Salvador.
Esta declaración marca un punto de inflexión en el discurso político internacional, donde por primera vez un presidente democráticamente electo abraza públicamente las acusaciones de autoritarismo como justificación para sus políticas de mano dura contra la criminalidad organizada.
El mandatario salvadoreño desafió abiertamente las críticas internacionales sobre violaciones a derechos humanos durante su régimen de excepción, argumentando que la efectividad en la reducción de homicidios justifica cualquier método empleado, sin importar las consecuencias institucionales.
Esta postura radical de Bukele genera inquietud en organismos internacionales de derechos humanos y establece un precedente peligroso para otros líderes autoritarios que podrían utilizar la seguridad ciudadana como justificación para desmantelar controles democráticos y libertades civiles fundamentales.