Bolivia dejó atrás a la izquierda, luego de 20 años

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La tensión política en Bolivia crece de cara a las elecciones presidenciales del 17 de agosto. “Es la dramaturgia previa a la tormenta”, resume Huascar Pacheco Ortega, experto en conflictos sociales de la Universidad Católica de La Paz. Tras años de crisis económica e institucional, y recientes protestas que dejaron ocho muertos, los bolivianos buscan un cambio. Cerca de ocho millones de ciudadanos acudirán a las urnas, en un clima de incertidumbre, con una inflación del 24,9 %, escasez de dólares y combustible, y un 30 % de votos aún indecisos o nulos.

Samuel Doria Medina (21,2 %) y Jorge “Tuto” Quiroga (20 %) lideran las encuestas, lo que apunta a una segunda vuelta en octubre. Ambos proponen dejar atrás el modelo estatista del MAS, aunque Medina lo haría de forma moderada, mientras Quiroga adopta una postura más radical.

En medio de la campaña, la desinformación domina las redes sociales. Evo Morales, inhabilitado y bajo investigaciones judiciales, promueve el voto nulo con datos falsos, tratando de mantener su influencia desde su bastión en el Chapare. Según Pacheco, su retórica de «salvador» ya no convence a buena parte del electorado.

Por su parte, Andrónico Rodríguez, joven líder del Senado, cayó del 18 % al 5,5 % en intención de voto por no diferenciarse de Morales ni del MAS. Sin embargo, su discurso centrado en lo indígena aún podría resonar entre indecisos. Pacheco señala que, como ocurrió en 2020, los votantes de última hora podrían cambiar el rumbo del resultado, especialmente si buscan una alternativa dentro de la izquierda. Así, Bolivia se prepara para una elección cargada de incertidumbre, polarización y posibles sorpresas en el último momento.


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