En las esquinas de un barrio de Bogotá, militares retirados armados y vestidos de camuflado vigilan cada movimiento. Son grupos de autodefensa financiados por comerciantes cansados de la inseguridad, estos escuadrones reviven el fantasma de los antiguos paramilitares que sembraron terror en Colombia.

Los centinelas, con gorras de calaveras y botas al estilo militar, se niegan a identificarse ante las cámaras. Dicen que trabajan con el Gaula, un cuerpo de la fuerza pública contra el secuestro y la extorsión.
“Estamos nosotros montando seguridad. Aquí hay gente armada, pero con la ley […]. No somos ilegales; somos militares pensionados y el comercio nos está pagando”, afirma uno de ellos. Pero funcionarios del Gaula negaron cualquier vínculo entre la institución y este grupo de seguridad que la AFP observó desde enero en el barrio 7 de Agosto de la capital.
“Los civiles no tienen ningún tipo de responsabilidad” en la lucha contra la extorsión, aseguró el coronel Cristian Caballero, comandante del Gaula Militar en Bogotá. Sus hombres “siempre” operan “plenamente identificados”, agregó. En esa misma línea respondió el coronel Carlos Téllez, jefe del Gaula de la Policía.
Bogotá, una urbe de diez millones de habitantes, vive en el inicio de 2024 una ola de inseguridad marcada por robos masivos en comercios, asesinatos en vías públicas y tiroteos. “No es un tema de percepción […]. Bogotá está insegura”, dijo recientemente el alcalde, Carlos Fernando Galán, ante la ausencia de estadísticas oficiales de delitos para 2024.




