Bajo el árido suelo de Australia, un equipo internacional de científicos ha iniciado una de las búsquedas más ambiciosas de la física moderna: detectar la materia oscura, esa misteriosa sustancia que compone gran parte del universo, pero que aún no ha podido observarse directamente.
El proyecto, denominado SABRE South, se desarrolla en una mina de oro a un kilómetro de profundidad, donde las condiciones subterráneas permiten reducir al máximo las interferencias de radiación cósmica que podrían alterar los resultados. Los investigadores esperan que, en este ambiente controlado, las partículas de materia oscura interactúen con detectores de altísima sensibilidad.
El laboratorio, aislado bajo toneladas de roca, está diseñado con tecnología de blindaje de última generación, que protege los instrumentos de la radiación ambiental. Su gemelo, SABRE North, opera en Italia, permitiendo comparar los datos obtenidos en ambos hemisferios y validar los posibles hallazgos.
La materia oscura constituye aproximadamente el 85 % de la masa del universo, pero hasta ahora solo se ha podido inferir su existencia por los efectos gravitacionales que ejerce sobre las galaxias. Si SABRE logra detectar una señal concluyente, podría ser uno de los descubrimientos científicos más importantes del siglo XXI, abriendo una nueva ventana al entendimiento del cosmos.
Los científicos responsables del proyecto se muestran cautelosos, pero optimistas: “Estamos más cerca que nunca de observar directamente algo que, hasta hoy, solo existía en nuestras teorías”, afirmó uno de los líderes del experimento.
