El asteroide 2024 YR4, descubierto el 27 de diciembre de 2024 por el sistema ATLAS en Chile, ha pasado de ser una amenaza directa para la Tierra a convertirse en una preocupación creciente para la Luna y, por extensión, para la infraestructura espacial que rodea nuestro planeta.
De “city-killer” a riesgo lunar
Inicialmente, los cálculos estimaban una probabilidad del 3,1 % de impacto contra la Tierra el 22 de diciembre de 2032. Esta cifra, considerada récord para un objeto de su tipo, llevó a la ONU a activar protocolos de seguridad planetaria y a ubicarlo en el nivel 3 de la escala de Turín, que exige coordinación internacional.
Sin embargo, nuevas observaciones realizadas por NASA y ESA descartaron el riesgo terrestre. El problema, no obstante, se ha desplazado unos 384.000 kilómetros: ahora existe un 4,3 % de probabilidad de que el asteroide impacte la Luna en esa misma fecha.
¿Qué pasaría si impacta?
Aunque su tamaño —entre 53 y 67 metros de diámetro— es modesto en términos astronómicos, su velocidad y masa podrían liberar entre 7 y 15 megatones de energía, equivalente a cientos de veces la bomba de Hiroshima. El impacto abriría un cráter de aproximadamente un kilómetro en la superficie lunar y lanzaría hasta cien millones de toneladas de escombros al espacio.
Este escenario podría desencadenar el temido síndrome de Kessler: una reacción en cadena de colisiones entre satélites que pondría en peligro las comunicaciones, la navegación y la observación terrestre.
Febrero será clave
El telescopio espacial James Webb tendrá dos oportunidades en febrero —los días 18 y 26— para observar nuevamente al asteroide. Estos datos permitirán recalcular su órbita con mayor precisión. Según Andrew Rivkin, líder científico de la misión DART, existe un 80 % de probabilidad de que el riesgo lunar aumente, incluso hasta un 30 %, debido a una maniobra de sobrevuelo cercana que podría alterar su trayectoria.
¿Una bomba nuclear como defensa?
Ante el posible impacto, algunos expertos han sugerido medidas extremas como el uso de una bomba nuclear para desviar el asteroide. Aunque esta opción genera controversia, la urgencia por proteger la Luna —y con ella, la estabilidad orbital de la Tierra— está ganando terreno en los debates científicos.
Este caso marca un hito en la defensa planetaria: por primera vez, se anticipa con años de antelación un posible impacto lunar con consecuencias globales. El reto ahora es decidir cómo actuar antes de que sea demasiado tarde.




