Lo que relata Julio Corredor
Llegada a Armero
Julio llegó a Armero el 13 de noviembre de 1985, invitado por un amigo llamado Gustavo, con quien iba a hacer un negocio de ganado.
Él era fotógrafo profesional y también tenía interés en un serpentario local para un proyecto de zoocría.
Señales antes del desastre
Durante el día, notó ceniza volcánica cayendo: extendió la mano y se formó una capa de partículas.
Hacia la noche, mientras estaban en un bar, vio con otros la noticia de que el volcán Nevado del Ruiz había erupcionado.
A las 11 p.m. hubo un apagón general, y poco después sintieron un rugido aterrador, preludio de la avalancha.
Huida en el vehículo
Julio y Gustavo consiguieron una pistola para protegerse, en medio del caos: la tensión era muy alta.
Subieron a un Mazda (de 1985) para escapar, y aunque el carro tenía problemas —el filtro de aire estaba obstruido por ceniza volcánica—, lograron arrancar
Se toparon con otros carros desesperados y personas huyendo, algunos cubiertos de lodo, otros con ganado.
Por un tramo la carretera era resbalosa por la ceniza, complicando la huida.
Busca refugio en las colinas
En la oscuridad, siguieron a un hombre local que les indicó subir a unas colinas seguras, pues el agua del lahar se hacía más amenazante.
Se perdieron momentáneamente, pero finalmente se reencontraron con Gustavo en la cima de la colina.
Allí los demás estaban en silencio, aterrados; gritaban, lloraban y compartían su horror.
Permanecieron ahí unas seis horas hasta que empezó a aclarar.
Regreso a Bogotá
Decidieron regresar a Bogotá. En el camino vieron cuerpos cubiertos con sábanas, rescatados por otros.
Julio logró comunicarse con su madre por teléfono público para decir que estaba vivo, mientras ella no entendía muy bien lo que había pasado hasta queescuchó las noticias.
Al volver a su casa, abrazó a su madre conmovido.
Su amigo Gustavo, por su parte, regresó al sitio del desastre por otra vía para tratar de rescatar su ganado y pertenencias.
Reflexión sobre la tragedia
Julio dice que agradece a la vida, porque estuvo en una de las peores catástrofes del mundo y sobrevivió gracias a “caprichosas circunstancias del destino”.
Reconoce que lo que pasó fue “milagroso”: muchas personas murieron, y él tuvo suerte no solo por sobrevivir, sino por poder contar la historia y conservar fotografías familiares para la memoria histórica.
Importancia de su testimonio
Su relato es un aporte personal muy valioso a la memoria histórica de la tragedia de Armero, porque no solo describe el horror, sino también momentos de humanidad, solidaridad y decisiones que salvaron vidas.
Publicar sus fotos inéditas (de su álbum familiar) permite que nuevas generaciones visualicen la magnitud de lo que ocurrió y que no se olvide.
Historias como la suya ayudan a mantener viva la reflexión sobre la prevención de desastres naturales, la responsabilidad de las autoridades y la resiliencia de los sobrevivientes.




