Una costumbre aparentemente inocente fue la clave para resolver un crimen brutal ocurrido en noviembre de 2024. Adrián Rolins, un hombre que cada mañana llevaba a su hija de cuatro años al jardín infantil, terminó siendo capturado por el asesinato de Álvaro Andrés Rodríguez González, conductor de plataforma digital. La investigación, liderada por la Policía de Soacha, logró conectar una cadena de pruebas que iniciaron con un celular robado y terminaron con una confesión ante las autoridades.
El crimen ocurrió la noche del 30 de noviembre. Rodríguez aceptó un servicio de transporte solicitado desde el centro de Bogotá con destino a Ciudad Latina, en Soacha. Durante el trayecto, el conductor alcanzó a alertar a su esposa por teléfono sobre la actitud sospechosa de los dos pasajeros. Uno de ellos era Rolins. En medio del recorrido, cancelaron el servicio cerca de Bosa, para desviar el rastro. Luego, a la altura de Parque Campestre, obligaron a la víctima a entregar sus pertenencias. En medio del forcejeo, Rodríguez fue apuñalado y abandonado agonizante en una zona boscosa.
Horas después, las autoridades hallaron el cuerpo sin vida del conductor y su vehículo abandonado a pocos metros. Sin embargo, los agresores cometieron un error: no apagaron el celular de la víctima. El dispositivo, aún encendido, permitió rastrear su ubicación hasta una vivienda en el barrio La Veredita, en Soacha.
Los agentes iniciaron vigilancias discretas y detectaron que un hombre salía diariamente con una niña pequeña rumbo a un jardín infantil cercano. Ese patrón, repetido durante semanas, coincidía con el trayecto marcado por el GPS del celular. Tras identificarlo, descubrieron que ese mismo hombre había usado el número de teléfono con el que se pidió el servicio la noche del crimen.
El 9 de abril, Rolins fue capturado al llegar a su casa. En audiencia, aceptó los cargos por homicidio agravado y hurto calificado. Confesó que la intención era solo robar, pero que atacaron al conductor cuando se resistió. Justificó el crimen diciendo que actuó por necesidad y que su hija estaba «aguantando hambre».
Hoy, el confeso asesino espera su condena tras las rejas, mientras la familia de Álvaro Andrés busca justicia por una vida truncada en medio de un violento robo.




