Johana Ximena Aranda, alcaldesa de Ibagué, está lista para su tercer viaje internacional en poco más de un año de gestión. Esta vez, la mandataria asistirá a la Conferencia Internacional de Cooperación y Desarrollo de las Ciudades de la Amistad de Chengdú 2025, en China, del 11 al 20 de abril.
La autorización se sustenta en el interés de ‘fortalecer las relaciones internacionales y proyectar a Ibagué como un destino estratégico para la inversión y el turismo’. Sin embargo, este nuevo viaje ha generado reacciones mixtas y cuestionamientos sobre los verdaderos resultados de estas salidas al exterior.
Pasaporte lleno, obras vacías
Antes de China, Aranda ya había viajado a Argentina (mayo 2024) y a Washington (julio 2024) en supuestas giras de trabajo. Sin embargo, hasta ahora no se conocen acuerdos concretos, inversiones extranjeras o mejoras derivadas de estos viajes.
A pesar del despliegue mediático, hasta el momento no se conocen resultados tangibles de estas incursiones. Los problemas estructurales de la ciudad en infraestructura deteriorada, movilidad caótica y una gestión ambiental criticada siguen sin resolverse. Ibagué sigue con calles destruidas, basuras sin recoger y un transporte público al borde del colapso.
¿Quién paga la fiesta?
El viaje a Chengdú incluirá reuniones diplomáticas y visitas técnicas, pero muchos se preguntan si el dinero invertido en estas giras no debería destinarse a solucionar las crisis locales.
Mientras Aranda amplía su pasaporte diplomático, el ciudadano de a pie sigue enfrentando una Ibagué estancada, sin respuestas claras ante los problemas diarios.
Realidad alterada
Aunque la alcaldesa insiste en que estos viajes «proyectan a Ibagué internacionalmente», los resultados brillan por su ausencia. La brecha entre el discurso oficial y la cruda realidad de la ciudad se hace cada vez más evidente. ¿Cuándo se traducirán esos viajes en beneficios reales para los ciudadanos?




