Su rostro es calavérico y sus harapos lucen desaliñados, sucios y entrega una sensación aterradora a quienes tienen la mala fortuna de encontrarla en su camino.
La Llorona sale en Tunja por el Alto de San Lázaro y llega hasta Fuerte Grande. Es un espíritu atormentado que en vida mató a su pequeño bebé y por eso fue condenada a una eternidad de lamentos y gritos desgarradores.
Aunque para muchos solo es un mito urbano, otros afirman que la han visto en las frías noches tunjanas. Quienes la escuchan no vuelven a ser los mismos, esos gritos siguen retumbando en su cabeza una y otra vez.
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