El reciente lanzamiento de una colaboración entre ocho artistas de música urbana en Colombia ha desatado un intenso debate tanto en el país como en la escena internacional. Para muchos seguidores del género, la expectativa era alta, y aunque algunos aplauden la unión de estos talentos nacionales, el resultado no ha sido recibido con el mismo entusiasmo en el exterior. La controversia radica no solo en la calidad musical, sino especialmente en el contenido de la letra, que algunos consideran preocupante y hasta perjudicial.

En la canción, varios detractores han señalado mensajes que aparentemente normalizan prácticas cuestionables, desde el consumo de sustancias psicoactivas hasta el machismo y la violencia implícita. Más preocupante aún es que la música, que llega con facilidad a jóvenes e incluso niños, podría contribuir a una percepción distorsionada de la realidad y a una aceptación temprana de conductas peligrosas. En un contexto como el colombiano, marcado por desafíos sociales profundos, el contenido de esta colaboración musical parece trivializar problemáticas serias, como la explotación sexual infantil y la falta de valores constructivos en la juventud.
Mientras algunos artistas defienden su trabajo como una forma de expresión y reflejo de la realidad que viven, hay un límite ético que no se puede ignorar. Los artistas urbanos tienen una influencia indiscutible sobre sus seguidores, quienes los miran como referentes y adoptan sus comportamientos y actitudes. Resulta importante cuestionar si es ético que su arte promueva mensajes ambiguos o incluso negativos en lugar de ofrecer una crítica o reflexión que permita una construcción social positiva.
La música es y será un medio poderoso de comunicación y, en este caso, debería ser también un vehículo de cambio. Aceptar las condiciones del entorno no significa glorificarlas, sino que podría ser una oportunidad para replantearlas y motivar a los jóvenes a buscar caminos diferentes y más saludables. Como país, vale la pena reflexionar sobre el tipo de mensajes que estamos difundiendo y sobre la responsabilidad que la industria musical debe asumir en la formación de una sociedad más consciente y crítica.




