Alemania atraviesa un periodo de incertidumbre marcado por tres grandes incógnitas.
La primera es la evolución de su economía, que enfrenta desafíos debido a la inflación, la crisis energética y la ralentización del crecimiento industrial.
La segunda, el rumbo político del gobierno de coalición liderado por Olaf Scholz, que lidia con tensiones internas y el ascenso de fuerzas políticas alternativas.
La tercera, el impacto a largo plazo del conflicto en Ucrania, que afecta la seguridad y la política exterior del país.
No obstante, hay una certeza: Alemania sigue siendo el motor de la Unión Europea. Su peso económico, su liderazgo en la transición ecológica y su rol clave en la geopolítica del continente aseguran que, pese a los desafíos, su influencia en Europa no se verá disminuida en el corto plazo.



