Hace unos 10.000 años, en regiones como el Creciente Fértil en Medio Oriente, grupos humanos descubrieron que podían cultivar plantas y domesticar animales, dando origen a la agricultura. Este hallazgo revolucionó por completo su forma de vida, ya que permitió el paso de sociedades nómadas cazadoras-recolectoras a comunidades sedentarias. Con la producción de alimentos, las personas comenzaron a establecerse en un solo lugar, construir aldeas permanentes y acumular excedentes, lo que a su vez generó nuevas formas de organización social.

El sedentarismo trajo consigo grandes avances, como la especialización del trabajo, el comercio y el nacimiento de las primeras civilizaciones. Sin embargo, también implicó nuevos desafíos: enfermedades, jerarquías sociales, guerras por territorios fértiles y el impacto ambiental de la explotación intensiva del suelo. A pesar de todo, este cambio marcó el inicio de la historia humana tal como la conocemos, sentando las bases para el desarrollo de ciudades, estados y culturas complejas alrededor del mundo.


