
Un estudio de la Universidad de Cambridge reveló que los adolescentes con problemas de salud mental, como ansiedad o depresión, pasan en promedio 50 minutos más al día en redes sociales que sus pares sin trastornos psicológicos.
La investigación, publicada en la revista Nature Human Behaviour, analizó datos de más de 3.300 adolescentes británicos entre 11 y 19 años, con diagnósticos clínicos confirmados. El hallazgo más importante fue que estos jóvenes muestran patrones de uso distintos en comparación con otros adolescentes: tienden a compararse más con otros en línea, a experimentar cambios de ánimo por los comentarios o los «me gusta», y a tener menos control sobre el tiempo que pasan conectados.
Aunque el estudio no establece una relación causal directa entre el uso de redes sociales y los problemas mentales, sí señala que quienes ya presentan síntomas interactúan con estas plataformas de una manera que puede intensificar su malestar.
Expertos ajenos al estudio, como Rina Dutta del King’s College y Amy Orben de la Universidad de Cambridge, subrayan la importancia de seguir investigando cómo afecta el entorno digital a los adolescentes. También proponen incluir sus propias experiencias y opiniones en futuros estudios para comprender mejor los riesgos y beneficios de las redes.
Este fenómeno ocurre en un contexto en el que la OMS estima que cerca del 16 % de los adolescentes a nivel mundial padecen algún trastorno mental. La presión social, la idealización de la imagen, el miedo a quedarse fuera y el ciberacoso son factores que contribuyen al deterioro del bienestar psicológico en esta etapa.
Otras investigaciones han demostrado que reducir el uso de redes sociales, incluso por una semana, puede mejorar el estado de ánimo y disminuir los síntomas de ansiedad y depresión. Además, prácticas como limitar el tiempo de uso, apagar notificaciones o fomentar actividades al aire libre son recomendadas por organizaciones como UNICEF para mitigar estos efectos.
En conclusión, los adolescentes con problemas de salud mental no solo usan más las redes sociales, sino que su forma de usarlas es diferente y más sensible. Aunque la tecnología no es la causa directa, sí puede amplificar los síntomas si no se maneja con cuidado. Esto plantea un desafío urgente para familias, escuelas y profesionales de salud mental.




