Un acto simbólico realizado en Fusagasugá, Cundinamarca, el pasado jueves, ha desatado una fuerte controversia en Colombia. La estatua del famoso ciclista Luis Alberto “Lucho” Herrera fue pintada de rojo y adornada con un objeto que imitaba un fusil, en el contexto de una manifestación convocada por colectivos de víctimas del conflicto armado. La protesta se centró en la reciente investigación sobre la presunta implicación del exciclista en la desaparición y asesinato de cuatro campesinos en 2002, caso por el cual un exparamilitar fue condenado recientemente.
Los organizadores del plantón, liderados por el activista Yeisson Sua Cajamarca, defendieron el acto como una forma de visibilizar el sufrimiento de las víctimas del conflicto armado, afirmando que lo que se buscaba era “una discusión que este país ha ignorado: el peso de las víctimas en la construcción de memoria”. Cajamarca subrayó que no se trataba de vandalismo, sino de un «performance», una acción artística y política con la intención de llamar la atención sobre la justicia que aún esperan muchas familias afectadas por la violencia. «La vida de las víctimas es más importante que cualquier estatua», afirmó el activista.
La polémica se intensificó cuando Lucho Herrera, quien en su momento fue campeón de la Vuelta a España (1987), apareció en el lugar para confrontar a los manifestantes. Durante su visita, las tensiones aumentaron, ya que los manifestantes sostuvieron que su protesta no buscaba condenar a Herrera, sino hacer un llamado a la justicia.
El caso ha puesto a Lucho Herrera en una situación incómoda, ya que la investigación sobre su posible vinculación con estos hechos pone en duda su estatus como héroe nacional. A pesar de que no se han presentado pruebas que lo vinculen directamente con los crímenes, la polémica ha puesto en primer plano la memoria histórica y el dolor de las víctimas del conflicto armado. Herrera, por su parte, rechazó la protesta, pero no emitió declaraciones más detalladas sobre el tema en ese momento.
El acto simbólico, que se extendió en las redes sociales con imágenes de la estatua cubierta de pintura roja, fue también acompañado de un afiche en el que se mostraba a Herrera vestido como prisionero, con logos alusivos a grupos paramilitares. Ante las críticas, Cajamarca defendió la protesta como una expresión artística legítima, destinada a abrir un espacio de reflexión sobre la impunidad y la falta de justicia para las víctimas. «Lo que no se puede recuperar es la vida de las víctimas», concluyó.




