Han pasado ya veinte días desde que César Augusto Castro Guevara fue embestido por una volqueta oficial del municipio. El hecho no solo le dejó graves heridas físicas, sino también un sentimiento profundo de abandono institucional. La situación, según denuncia públicamente Castro Guevara, lo ha obligado a asumir todos los costos médicos y emocionales de forma solitaria.
“Ayer por fin me hicieron la cirugía. Gracias a Dios salí bien, pero nadie de la alcaldía se ha aparecido a darme la cara”, afirmó con la voz entrecortada. El accidente le causó lesiones graves en una pierna, donde fue necesaria la implantación de tornillos, y en el hombro derecho.
Un silencio que duele
Lo que más le duele a César no es solo el dolor físico, sino el silencio. Ni el conductor, ni el alcalde de Neiva se han acercado a él o su familia para ofrecer disculpas, ayuda o siquiera un gesto de humanidad.
“Yo soy padre de familia, tengo hijos. Si uno de mis hijos comete un error, yo doy la cara, porque es mi responsabilidad”, expresó con evidente molestia. Según su relato, el joven al volante de la volqueta nunca asumió su responsabilidad y, peor aún, ningún funcionario local se ha comunicado con él.
Desesperación
En medio de su recuperación, César ha tenido que asumir todos los gastos médicos con ayuda de amigos y conocidos. “Es plata para allá, plata para acá… y todo ha sido por mi cuenta”, lamentó. Incluso la cirugía, realizada recientemente, fue costeada en medio de esfuerzos y colaboraciones particulares. “Mi esposa no pudo estar conmigo por el clima y las vías bloqueadas. Me operaron solo”, narró con resignación.
¿Dónde está la responsabilidad?
Este caso ha levantado una serie de cuestionamientos sobre la responsabilidad del municipio en accidentes que involucran vehículos oficiales. Más aún, plantea una duda ética y legal sobre la actitud de las autoridades locales, especialmente cuando se trata de ciudadanos en estado de vulnerabilidad.
“Yo no quiero llegar a más cosas, pero creo que me va a tocar acudir a un abogado”, dijo finalmente César, dejando claro que la búsqueda de justicia apenas comienza.
El clamor César no pide lujos, ni compensaciones exageradas. Solo quiere que alguien del municipio le dé la cara, que reconozca el error, y que asuman su responsabilidad. Su historia es el reflejo de muchos ciudadanos que, tras un accidente, además del dolor físico, deben cargar con la indiferencia institucional. Mientras tanto, su pierna se recupera con tornillos y su dignidad, con esperanza.



