A través de la mirada

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Aunque la mirada es la primera manifestación del hombre aun así vivimos sin comprenderla, no reconocemos su verdadero significado. Nuestros ojos son las puertas hacia el mundo exterior y son ellos los que nos permiten darle una identificación a lo que vemos. Todo lo que percibimos con nuestra mirada ha sido la muestra de lo incuestionable de lo “vasta” que puede ser ella, ya que la mirada es como una ventana abierta hacia la creación.

Estamos dentro de un mundo donde las sensaciones se han convertido en el motor de todo aquello que nos motiva a descubrirnos de una forma genuina. Encontrar sosiego nos corrompe, pues, reconocer esa generación de sensaciones nos ha puesto contra la espada y la pared y muchas veces preferimos quedarnos en el centro a causa de la cobardía que nos ata, pues nosotros mismos nos imponemos fronteras cerrando cualquier puerta que nos lleve a percibir el mundo.

Aunque esta sea nuestra esencia los años la han distorsionado. La sociedad misma se ha encargado de convertirnos en objetos, personas que han perdido su identidad y se derrumban cuando se desnudan consigo mismos, prefiriendo morir por temor a encontrarse con su propio ser.

Ponernos en evidencia frente a un mundo que está construido por apariencias, nos obliga a adaptarnos a estos nuevos sistemas y esquemas que nos han moldeado para así ser correspondidos. A medida que vamos creciendo vamos desarrollando en nuestros rostros una mirada en estado “salvaje”, como muy bien lo plantea Jules Breton esa mirada en estado salvaje es una mirada que observa la ingenuidad de la primera vez para descubrir paisajes nunca vistos, alejándonos de toda voluntad de domesticar nuestra visión.

Cuando nos despojamos de todas esas sujeciones sociales encontramos ese verdadero camino para así dar paso a la posibilidad de nuevas realidades. Nuestra identidad no simboliza oscuridad, pues somos tan únicos cuando en realidad nos atrevemos a ser nosotros, de esa forma logramos ver incluso aquello que no es visible frente a nuestros ojos. Somos recuerdos y por eso debemos atrevernos a mirar aquello que nadie se atrevió a ver, renunciar a las pautas hechas por el mismo hombre muchas veces nos puede llevar a la soledad, poniendo en juego lo complacientes que podríamos permitir.


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