El Lado Invisible del Éxodo: Maltrato y Abandono Animal en Caminos Migrantes

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En el cruce de caminos humanos y el fragor de las movilizaciones migratorias, surge una realidad compleja que afecta no solo a los seres humanos, sino también a los fieles acompañantes que los transitan: los animalitos que, con ternura y alma, sufren las exigencias de la ruta. En el recorrido sobre la Vía Bogotá–Girardot, nuestros reportes evidencian que los migrantes venezolanos no solo caminan con mochilas, sueños y esperanzas, sino también con perros, gatos y otras mascotas que se han convertido en su familia en el exilio .

Sin embargo, esta realidad tiene dos caras. Por un lado, decenas de familias eligen no abandonar a sus animales en los caminos, enfrentando condiciones extremas, convirtiéndose en núcleos de solidaridad y compañía que trascienden el sufrimiento. Por otro, el exceso de cansancio, la falta de recursos y la presión desesperada por sobrevivir han llevado a algunos caminantes a prácticas extremas: raptos, abandonos y maltrato hacia animales ajenos, especialmente en las vías de tránsito hacia el sur del país. Solo en Colombia, más de 2.000 mascotas han sido víctimas de hurtos, maltrato o abandono en contextos migratorios, según reportes de activistas y organizaciones.

Las consecuencias de esta doble realidad suman: perros y gatos malnutridos, heridos, atropellados o desaparecidos, además del profundo impacto emocional en migrantes y animalitos que han perdido su vínculo de confianza. En respuesta, iniciativas como Caninantes han surgido con fuerza en la vía Bogotá–Girardot, ofreciendo hidratación, atención médica y refugio temporal a estos compañeros caninos, registrando cerca de 958 animales asistidos en tres años.

En Pasto y otras regiones de Nariño, fundaciones y activistas han alzado su voz y reforzado campañas de rescate, denuncia y acompañamiento. En Ipiales, por ejemplo, se documentan casos de perros víctimas de violencia y robo que provocan indignación social y exigen respuesta institucional —como confirma un caso de agresión física mortal en Cauca, donde el agresor fue un grupo de caminantes . Frente a esto, se requieren rutas claras: esquemas legales sólidos, coordinación activa entre Migración Colombia, Fiscalía, autoridades ambientales y organizaciones de bienestar animal, respaldada por recursos y facultades de control.

Pero más allá de la justicia, se abre un llamado profundo a la empatía humana. Estos animales han compartido con sus dueños jornadas agotadoras, miedo, incertidumbre y esperanza. No son meros refugiados, son seres que aman, confían y acompañan. Un futuro más justo para Colombia y sus migrantes solo será posible si nos comprometemos con políticas integrales que incluyan no solo a las personas en movilidad, sino también a sus fieles compañeros de viaje.


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