Las personas amables son difíciles de olvidar pues su trato siempre se agradece y hace más llevadero los momentos difíciles de la vida. La amabilidad no se trata de dar un buen servicio para lograr una venta; ser amable se refiere a la persona “que es fácil de amar”, y amamos con facilidad a las personas buenas. Estas personas siempre tendrán las puertas abiertas de cualquier lugar, por eso a todas las madres nos interesa criar hijos amables que lleguen a ser buenas personas.
Se hace, no se nace
Ser amable no es una cualidad con la que simplemente se nazca. Se debe enseñar, modelar y contagiar.
Desde que nuestro hijo es pequeño podemos enseñarle sobre la empatía, la bondad, el respeto, la cordialidad y la amabilidad mediante el trato que le damos a él y a nuestra familia en general. Si en casa nos tratamos con respeto y amabilidad, para el niño será muy natural vivir de esa manera, y su mente entonces construirá redes neuronales que les ayudarán en el futuro a ser personas generosas, solidarias y amables.
Se aprende y se modela
Entre los 6 y 12 años la amabilidad se logra mediante la repetición de actos y tratos amables. Los niños aprenden buenos modales porque los ven y los viven a diario, no precisamente porque se les den largas lecciones.
1. Sé su ejemplo
Los hijos nos observan y nos absorben den manera increíble, ellos emulan nuestra manera de caminar, mover nuestros brazos, el tono de voz y todas nuestras formas y maneras; si tú eres amable ellos muy seguramente serán como tú. Según la Universidad de Harvard, “ser un modelo no significa ser perfecto o tener todas las respuestas, significa reconocer los errores escuchar a los niños y conectar nuestros valores a la manera en la que ellos entienden el mundo”
2. El pensar en los demás es importante
Conforme las situaciones se van presentado en la vida diaria, podemos hacer saber a nuestros hijos cómo podemos hacer algo más por otros y considerarlos. El compartir un dulce, ceder el asiento, ofrecer la silla más cómoda a la abuelita, cuidar de un animal o visitar a un enfermo, son cosas cotidianas que el niño vive y que nosotros explicamos lo bien que nos hace sentir el hacer sentir bien a los demás.
3. Ofrecer ayuda
Pocas cosas hay tan agradables en los jóvenes que el que sean acomedidos y serviciales. Su energía y juventud se ve doblemente cuando las ponen al servicio de otros. Si nuestros hijos ven que ayudamos a los vecinos y poco apoco los involucramos en proyectos de servicio, pequeñas tareas en favor de otros, ellos adquirirán el buen hábito y gusto por ayudar y servir. Serán jóvenes queridos y valorados por todos los que les rodean.
4. Aprender sobre la empatía
Cuando le hacemos a los niños reconocer o imaginar lo que otros están sintiendo, será más fácil que ellos piensen antes de hacer un daño. Aprender a ponernos en el lugar de otros favorece la solidaridad y mostrar cuidado y amor por otros.
5. Evita gritar, insultarlo o golpearlo
No hay cosa que confunda más a un niño que recibir un doble mensaje sobre una sola misma cosa, no podemos pedirle que se amable cuando nosotros le tratamos con rudeza. Nada bueno surge de la ira y la desesperación. No podemos pedir amor cuando maltratamos o intimidamos a los niños.
6. Usa con frecuencia las “palabras mágicas”
Que no se nos olvide decir gracias, por favor, y toda frase amable que haga el trato humano más llevadero y cordial.
7. Aprender más sobre el diálogo y menos sobre las peleas
Tener varios hermanos brinda la oportunidad de desarrollar un poco más el diálogo, la paciencia y la facilidad de compartir o ceder. De lo contrario, las peleas estarán a la orden del día.




