Mientras en Colombia solo el 31 % de los jóvenes rurales culmina la educación media, lo que significa que cerca de 7 de cada 10 no alcanza este nivel, según el Ministerio de Educación Nacional, la Fundación Fe y Alegría se posiciona como un actor clave en la lucha contra la desigualdad educativa. Con más de un millón de personas impactadas en su historia, la organización no solo exhibe resultados concretos en pruebas Saber 11 y permanencia escolar, sino que plantea su gran desafío para 2025: ampliar cobertura en la ruralidad dispersa, donde la mayoría de los niños y niñas aún están por fuera del sistema.
El director nacional de Fe y Alegría, padre Juan Manuel Montoya Parra, S.J., subrayó que el gran reto de la Fundación está en el campo colombiano: “Tenemos un sueño y es tener mucha más cobertura en la ruralidad. Para lograr esto necesitamos que las secretarías de educación de cada gobernación conecten con nosotros. La ruralidad es un desafío para Fe y Alegría, sobre todo la dispersa, donde el acceso a todos los niveles es limitado”.
De igual manera, el padre Montoya añadió que los resultados obtenidos por la fundación evidencian que la educación puede convertirse en la mejor política social en territorios golpeados por la pobreza y la violencia, pues en muchos lugares del país, las escuelas de la fundación son la única oportunidad de formación para niños y jóvenes.
Las cifras respaldan esta afirmación. En 2024, el 64% de las instituciones administradas por la Fundación mejoraron sus puntajes en las pruebas Saber 11, y nueve colegios aumentaron su puntaje global en más de 10 puntos; para 2025, la meta es lograr un incremento del 70% en las instituciones. Además, la tasa de promoción escolar supera el 90 % en la mayoría de las regionales, y los programas de acompañamiento psicosocial atendieron a más de 9.900 estudiantes en riesgo de deserción.
El impacto también se refleja en la primera infancia: 7.878 niños recibieron atención integral con nutrición, cuidado y estimulación temprana; mientras que más de 6.900 jóvenes accedieron a programas de formación técnica y para el trabajo, encontrando en la educación un puente hacia la empleabilidad y la movilidad social.
A este esfuerzo se suma la participación de más de 13.500 familias en procesos de formación y acompañamiento, que fortalecieron la convivencia escolar y comunitaria. Estos logros confirman que la apuesta por la calidad educativa es posible incluso en escenarios adversos, donde las escuelas de Fe y Alegría no solo garantizan aprendizajes, sino que también se convierten en espacios de cohesión social y resiliencia comunitaria.
La Fundación advirtió que la brecha educativa sigue siendo uno de los principales desafíos del país. Aunque Colombia discute reformas educativas y laborales, miles de familias aún dependen de programas comunitarios para asegurar que sus hijos permanezcan en la escuela.
“Lo que hemos conseguido en calidad y permanencia escolar, incluso sin internet, con hambre y en medio del conflicto, debe ser leído como una lección de país: invertir en educación, funciona y salva vidas. Nuestros resultados muestran que sí es posible mejorar la calidad y el acceso a la educación en contextos adversos”, concluyó el padre Montoya, resaltando que la falta de voluntad política e inversión no debe ser un limitante para expandir la experiencia de Fe y Alegría en todo el país.
Finalmente, la labor de la fundación es un claro ejemplo de que la educación popular no solo forma estudiantes, sino que reconstruye el tejido social en comunidades vulnerables. Jóvenes que se convierten en los primeros profesionales de sus familias, madres cabeza de hogar que encuentran un entorno seguro para sus hijos y barrios que pasan de la violencia a la esperanza son hoy la evidencia de que la educación puede ser la mayor política de paz en Colombia.
Sobre Fe y Alegría
Fe y Alegría es un movimiento de educación popular y promoción social con más de 50 años de presencia en Colombia y 22 países en el mundo. Inspirada en la espiritualidad ignaciana, su misión es garantizar educación de calidad, inclusiva y equitativa a niñas, niños, jóvenes y familias en situación de vulnerabilidad, promoviendo la paz, la justicia social y el desarrollo humano integral.




