50 años de la muerte de Franco: cómo fue la dispar relación de América Latina con el dictador español (y la inesperada cercanía que tuvo con Fidel Castro y Salvador Allende)

Al terminar la Guerra Civil española en 1939, el general Francisco Franco tiene el poder absoluto de un país destruido y traumatizado.
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El texto analiza cómo, tras su victoria en la Guerra Civil, el régimen de Francisco Franco buscó proyectar a España como referente mundial a través de la idea de la Hispanidad, con la que pretendía acercarse a los países latinoamericanos y contrarrestar la influencia de Estados Unidos. Aunque la soñada “Comunidad Hispánica” nunca se concretó, este concepto se convirtió en parte esencial de la propaganda franquista y de su política exterior, especialmente tras el aislamiento internacional que enfrentó España al finalizar la Segunda Guerra Mundial por su afinidad con Hitler y Mussolini.

México se convirtió en el principal opositor de Franco. El gobierno de Lázaro Cárdenas apoyó firmemente a la República Española durante la guerra, recibió a miles de exiliados y nunca reconoció al régimen franquista. México lideró además los esfuerzos para excluir a España de la naciente ONU, manteniendo una postura de rechazo absoluto hasta la llegada de la democracia española en 1975.

En contraste, Argentina, bajo el liderazgo de Juan Domingo Perón, se convirtió en un aliado crucial para Franco en los años más difíciles de la posguerra. Perón, militar conservador y anticomunista, brindó apoyo económico y alimentario a la devastada España, sellando acuerdos comerciales que aliviaron el desabastecimiento. Este acercamiento también respondía al interés argentino por mantener independencia de Washington y al peso de la importante colonia española residente en el país.

La Guerra Fría cambió el escenario internacional, permitiendo a Franco presentarse como un baluarte anticomunista y atraer así el interés estratégico de Estados Unidos. Tras los acuerdos de 1953 con Washington y el crecimiento económico español, el régimen adoptó una política exterior más pragmática, que permitió relaciones inesperadas, como con la Cuba de Fidel Castro, con quien mantuvo vínculos a pesar de presiones estadounidenses, y donde influyó incluso la ascendencia gallega del líder cubano.

Finalmente, el texto destaca la sorprendente relación del franquismo con el gobierno socialista de Salvador Allende en Chile. A pesar de las diferencias ideológicas, España apoyó políticamente y económicamente al gobierno chileno para evitar que cayera en la órbita soviética, e incluso intervino en negociaciones internacionales a su favor. La colaboración se mantuvo hasta el golpe de Estado de 1973, tras el cual la embajada española ayudó a evacuar a colaboradores de Allende, dejando en evidencia las contradicciones y complejidades de la diplomacia franquista en América Latina.

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