La Ciclovía se ha convertido en un espacio que une a todos los ciudadanos en el ámbito deportivo y recreativo.

La Ciclovía de Bogotá celebra 50 años desde su creación el 15 de diciembre de 1974, convirtiéndose en un hito de la vida urbana. Nació como una iniciativa ciudadana, pero ha evolucionado hasta ser un espacio vital para la recreación y el deporte, transformando la manera en que los bogotanos viven y disfrutan su ciudad. Cada domingo y festivo, sus calles se convierten en el escenario perfecto para que los ciudadanos se apoderen de la ciudad y compartan un momento de esparcimiento, sin importar su clase social ni su origen.
Un sueño que nació en las calles
La historia de la Ciclovía comienza con la organización sin ánimo de lucro «Pro-cicla», que, en colaboración con el Departamento Administrativo de Tránsito y Transporte (DATT), trazó las primeras rutas. Su debut en 1974 fue una experiencia modesta, habilitando solo tres horas en la mañana para ciclistas y peatones. Sin embargo, la respuesta fue tan positiva que en 1976 la Alcaldía de Bogotá oficializó el evento, asignando vías específicas para su uso. Así, la Ciclovía pasó de ser una simple actividad recreativa a un símbolo de encuentro, integración social y cultural.
Un espacio para todos, sin distinciones
Lo que comenzó como un espacio recreativo ha crecido hasta abarcar más de 100 kilómetros de vías abiertas a todos. La Ciclovía de Bogotá se ha convertido en un ejemplo de inclusión, donde lo único que importa es disfrutar de las calles y compartir con los demás. Aquí, no hay barreras: ciclistas con bicicletas de gama alta conviven con aquellos que tienen modelos más sencillos, y personas de todas las edades y condiciones económicas se encuentran en un mismo lugar, creando una convivencia única.
Cada domingo y festivo, las calles se llenan de ciclistas, corredores, patinadores y familias que aprovechan el entorno seguro y gratuito para disfrutar del aire libre, el ejercicio y el encuentro con otros ciudadanos. Es un espacio pensado para el bienestar y la integración, en el que el deporte es solo una excusa para vivir la ciudad de una forma diferente.
Testimonios de quienes la viven
Para muchos, la Ciclovía es mucho más que una simple actividad recreativa. Lina Orrego, quien la disfruta con regularidad, comenta: “Es el lugar ideal para practicar deporte y disfrutar de las calles de Bogotá. También es un atractivo turístico: he visto a muchos extranjeros sorprendidos al ver cómo las principales vías se convierten en un espacio para el ejercicio y la recreación”.
Orrego destaca la inclusión del espacio, donde convergen personas de todos los perfiles: «Ves de todo, desde bicicletas de lujo hasta las más humildes. Hay papás con bebés, jóvenes patinando, adultos mayores descansando o tomando el sol. Todos compartiendo el mismo lugar, en perfecta armonía».
Carlos Colmenares, otro usuario frecuente, también resalta el valor ambiental de la Ciclovía: “Es un respiro para la ciudad cada semana. Sería maravilloso que otras ciudades adoptaran algo similar”.
Un modelo global de convivencia y deporte
Hoy, la Ciclovía de Bogotá, que se extiende por 127 kilómetros, es uno de los parques temporales más grandes del mundo. Más de 1.5 millones de personas se benefician de este espacio cada semana, en el que no solo se promueve el deporte, sino también un sentido de comunidad y solidaridad en una ciudad diversa y dinámica.
Con el apoyo de la Secretaría Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) desde 1995, la Ciclovía asegura una experiencia cómoda y segura para todos, con puntos de hidratación, estaciones de primeros auxilios y personal de apoyo en las rutas.
Más que un deporte, una tradición
La Ciclovía de Bogotá es mucho más que una actividad recreativa; es un símbolo de la ciudad que resalta la importancia de llevar una vida activa, reducir el impacto ambiental y fortalecer la convivencia entre sus habitantes. Este aniversario no solo celebra el éxito de una tradición, sino que también destaca el legado de una iniciativa que, a lo largo de 50 años, ha dejado una huella imborrable en el alma de la ciudad. Bogotá sigue disfrutando de este regalo semanal que inspira a las futuras generaciones a vivir de una forma más saludable y consciente.



