La reactivación de las relaciones entre Colombia y Venezuela ha tomado un giro inesperado. Mientras los mandatarios hablan de cooperación, los sectores empresariales denuncian trabas y los migrantes piden soluciones más concretas. El discurso de hermandad, aunque bien recibido por algunos, sigue enfrentando la desconfianza de quienes vivieron los años más tensos del cierre fronterizo.
El verdadero desafío no está en los gestos políticos sino en la cotidianidad: comercio, educación y seguridad fronteriza. La reapertura formal de los pasos binacionales necesita traducirse en beneficios tangibles. De lo contrario, la diplomacia se quedará en palabras, y los pueblos seguirán viviendo en una frontera que, aunque abierta, aún divide.
46




