El Partido Comunista de China (PCCh) ha lanzado una campaña nacional para reprimir contenidos considerados “negativos” en redes sociales, en un intento por moldear el estado de ánimo público ante el aumento del descontento económico y social. Ciudades como Weifang ya instruyeron a su policía a vigilar de forma activa publicaciones que expresen frustración o pesimismo, según reporta The Economist.
Desde la llegada de Xi Jinping al poder, la idea de promover “energía positiva” —un discurso optimista y alineado con las narrativas oficiales— se ha convertido en un pilar ideológico del régimen. Bajo ese criterio, los reguladores han cerrado o suspendido alrededor de 1.200 cuentas en plataformas digitales chinas, mientras crece la censura sobre comentarios críticos o que reflejen problemas económicos.
Un país más pesimista
Los esfuerzos del PCCh aparecen en un contexto de creciente malestar social. El desempleo juvenil ronda el 17% entre los jóvenes de 16 a 24 años que no estudian, de acuerdo con cifras oficiales. Además, estudios académicos recientes muestran un desplome en la confianza en la movilidad social: solo el 28% de los encuestados cree hoy que “el trabajo duro siempre se recompensa”, una caída drástica respecto a años anteriores.
Pese a ello, casi la mitad de los ciudadanos consultados aún espera estar “mejor en cinco años”, aunque el optimismo disminuye en relación con mediciones pasadas.
Controlar el ánimo público
Para el Partido, el aumento del pesimismo es una señal de alarma. Su legitimidad se apoya desde hace décadas en la promesa de mejora económica constante. Por ello, la censura ya no apunta únicamente a silenciar críticas directas al gobierno, sino también a controlar la forma en que se representa la realidad, limitando narrativas que contradigan el mensaje oficial.
Una estrategia con límites
La insistencia en imponer “energía positiva” refleja la preocupación del régimen por la percepción social, pero también evidencia los límites de la propaganda cuando las dificultades económicas —como la desaceleración, el desempleo y la falta de oportunidades para los jóvenes— se vuelven más visibles.
Para los analistas, la brecha entre el discurso oficial y la experiencia cotidiana de millones de chinos podría erosionar la credibilidad del Partido en el mediano plazo.




