Misterio en Alaska: Por qué varios pueblos están desapareciendo

Shishmaref es un pequeño pueblo de Alaska que pronto empezará a ocupar páginas en los medios de comunicación porque el cambio climático lo está haciendo desaparecer lenta pero inexorablemente. Sus habitantes son la comunidad nativa inuit, un pueblo demasiado acostumbrado a las desapariciones…
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“Cada vez hay menos hielos, las aguas están subiendo, las casas desaparecen de un día para otro por los movimientos de tierra que provoca el avance del mar…”, afirma Esau Kokeok, habitante de la pequeña población. Shishmaref se encuentra a casi mil kilómetros de Anchorage, en el corazón de Alaska y a apenas 160 de Rusia, al sur del Círculo Ártico. Hoy en día está habitada por 560 inuit, que están viendo cómo su vida se diluye a la misma velocidad que suben las aguas del mar. No es un fenómeno ocasional; es ya un fenómeno imparable a consecuencia del deshielo provocado por los gases de efecto invernadero. Desaparecerán, aunque habrá, pese a que nadie lo logre entender jamás, una explicación. No la hubo para el pueblo inuit que en los treinta del pasado siglo se asentaba a orillas del lago Angikuni, al norte de Canadá; desapareció de un día para otro, sin más, sin que las sucesivas expediciones al lugar hasta fechas muy recientes hayan logrado determinar qué ocurrió.

Los tramperos de la zona, que fueron quienes dieron la voz de alarma, aseguraron que esa región era célebre por los espíritus que en ocasiones cogían la forma de un sanguinario animal al que denominaban Wendigo, una especie de criatura de los bosques de tamaño descomunal y muy violento que pudo acabar con los habitantes del pueblo en apenas unas horas. Con un millar de personas para ser exactos.

¿Dónde fueron a parar sus cuerpos? ¿Por qué jamás se halló un solo cadáver?

A este enigmático rompecabezas tiempo atrás se unió la declaración de un anciano trampero que, por aquellas fechas y en la otra vertiente del lago, vio algo extraño. Se llamaba Arnand Laurent, y según cuenta el periodista Javier Martín ese día “se encontraba en las inmediaciones del poblado, a unas decenas de kilómetros del mismo, concretamente en el extremo norte. Todo parecía tranquilo. Hasta que, inesperadamente, Laurent vio algo que nunca podría olvidar. Un objeto cilíndrico y centelleante atravesó a toda velocidad el cielo, en dirección al lago Angikuni. Pese a conocerse la zona a la perfección, nunca había contemplado un fenómeno como éste. ¿Qué sería aquel extraño y gigantesco objeto que planeaba entre las nubes con suma ligereza? Tras la sorpresa inicial volvió a sus quehaceres cotidianos. Cuando pasó por la ciudad más cercana, dio aviso a la Policía Montada de Canadá del insólito incidente. No despertó especial interés entre las autoridades, que archivaron el caso. Pero pocos meses después, un vendedor de pieles puso en relación el extraño suceso con una desaparición masiva inimaginable. Se llamaba Joe Laballe. Estando en los alrededores del lago, decidió intentar comerciar con los inuits. Pero no había nadie. Buscó en el interior de las chozas, en los exteriores de las casas… Los trineos, la forma de transportarse de los inuits, se mantenían en el sitio en que los dejaban cuando no eran usados. No había huellas de ningún tipo. En las paredes de las casas estaban los rifles que utilizaban para la caza, los alimentos seguían guardados en la despensa, y en algunos estaban las mesas puestas y los alimentos a medio comer. Parecía como si el poblado inuit se hubiese marchado a toda prisa, advirtiendo algún peligro contra el que sería imposible luchar. Pero, a no ser que supieran volar, es difícil que un millar de personas no deje una sola huella”.

¿Demonios de su mitología que se los llevaron a otro plano?, ¿OVNIs como el que vio Laurent sobrevolando la zona?… Los años han pasado y tras muchas investigaciones, ninguna ha logrado concluir qué ocurrió con los mil habitantes del pueblo inuit, provocando así la desaparición de un pueblo entero del que no se ha vuelto a saber nada…


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