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Para muchos (tal vez más de los que alcanzaríamos a imaginarnos) la Navidad es sinónimo de consumismo, algarabía, parranda, derroche y agitación. Pero para otros, quizá por la indisoluble magia que lo cobija y por expresas razones personales, diciembre es ideal para compartir y hacer un alto en el camino.
No se trata de hacernos los de la ‘vista gorda’ y olvidarnos de las preocupaciones y problemas con las que a diario tenemos que lidiar, pero si son 31 días que, a diferencia del resto de meses, nos dan de cierta manera la licencia para enmendar errores, despojarnos de la ingratitud, dar desinteresadamente, olvidarnos de los odios y compartir de corazón con quienes más queremos.
Independientemente de nuestras creencias y convicciones religiosas, siento que tal y como acertadamente lo escribió el padre Gonzalo Gallo, Navidad no es precisamente para el estrés y el afán, más bien, debe convertirse en la época perfecta para reflexionar, hacer cosas que nos inspirar, cerrar ciclos, sanar heridas en el alma y perdonar con franqueza.
El próximo sábado cuando inicie el rezo de la Novena, ese reconfortante espacio para expresar la importancia de la familia representada en Jesús, María y José, qué bueno sería detenernos un momento para sentir el valor supremo de la vida y convertir a Dios (cualquiera en el que usted tenga y crea) en aliado y amigo, así como en fuente infinita de paz y amor para compartir, mirarnos a los ojos y perdonar.
En un mundo en donde la muerte, las desgracias y el infortunio nos acechan constantemente, no está demás que al menos durante estos días y noches de diciembre abramos nuestra alma y espíritu para ponerlos al servicio del afecto, la gratitud y la bondad.
No se trata de enfocarnos en lo mucho o poco que tengamos, o en hacer gastos incensarios, sino más bien, consiste en realizar un profundo ejercicio con nosotros mismos en donde el sosiego y la vida familiar se sobrepongan a la premura, la bohemia y el despilfarro.
Qué bueno que todo no sea compras, comida, rumba y excesos. Creo que esta es la época propicia para hacer una pausa y disfrutar junto a quienes más queremos, por encima de lo material.
Así que amigo lector, no lo dude dos veces y a su mejor estilo, disfrute al máximo de la Navidad. Nada pierde, pero si muchas cosas buenas y bonitas estoy seguro que va a ganar.
Por: Cristhian Mauricio Burgos T.